El colapso de la vivienda está erosionando el bienestar de las familias y frenando el crecimiento económico.
Los precios altos reducen consumo, entorpecen la movilidad y reducen la disponibilidad de mano de obra.
Las medidas cortoplacistas del Gobierno son contraproducentes y en Cataluña han llevado a precios máximos de alquiler.
La oferta de vivienda se está estrangulando por falta de espacio para construir y por políticas restrictivas.
Es necesario abandonar el dogmatismo y elaborar una estrategia basada en la colaboración público-privada e intervención en demanda.
Conclusión: La crisis de la vivienda en España requiere de soluciones estructurales a largo plazo y no medidas cortoplacistas. Encaminar los esfuerzos a políticas que favorezcan la oferta y demanda, garantizando el acceso para los más desfavorecidos y las clases medias, resulta esencial.